sergiobelluz

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París, la ciudad de los 1001 barrios.

UN PASEO SUBJETIVO POR TODA LA CIUDAD Y POR LOS BARRIOS PARTICULARES QUE HACEN DE LA CAPITAL FRANCESA UNA DE LAS MÁS HERMOSAS Y ENTRAÑABLES DEL MUNDO

 

París no existe.  Lo que llamamos París es un mito literario, musical, pictórico, fotográfico, cinematográfico mundial.  Una mezcla de los Tres Mosqueteros de Dumas, de Notre-Dame de Paris de Víctor Hugo y de París es una fiesta de Hemingway. Es el cancán endiablado de La Vie Parisienne de Jacques Offenbach, “el Rossini de Los Campos Elíseos”, y los retratos de sus bailarinas más famosas, Cricrí, La Golosa o Niní Pata Arriba por Toulouse-Lautrec.  Son  las canciones de amor, humor y tristeza de Edith Piaf, Maurice Chevalier, Juliette Greco, Charles Aznavour.  Son los enamorados que se besan, fotografiados en blanco y negro por Robert Doisneau.  Son las películas entre ensayo y ficción de François Truffaut (Jules y Jim, La mujer de al lado, El último metro) y los “cuentos morales” de Eric Rohmer (Mi noche con Maud, La rodilla de Claire, La marquesa de O).  Son sus actrices:  la sensual Brigitte Bardot, la intelectual Jeanne Moreau, la elegante Catherine Deneuve, embajadoras internacionales de la sofisticación y del lujo francés.  Es el esmoquin para mujeres de Yves Saint Laurent y el perfume Chanel Número 5.  Es un modelo, una fantasía, un sueño, un deseo mundial, quizás irrealizable, de sociedad, de civilización y de cultura.

 

Confundir Francia con París es inevitable:  fue designada capital del reino de Francia a partir del siglo décimo, lo que impuso el dialecto local, el francien, como norma lingüística para lo que iba a ser luego la lengua francesa. Hoy todavía es el centro absoluto de la política, de la economía, y de la cultura francesa.  A pesar de las promesas reiteradas y nunca cumplidas de muchos de los políticos sobre una posible décentralisation (una repartición más equitativa del poder político y económico en todo el territorio), existen en Francia dos realidades:  París y la province, o sea el resto del país.  De ahí el deseo del provincial de “subir” a la capital para realizarse y lograr fama y fortuna, bien descrito por Balzac en su Comedia Humana, con el personaje de Rastignac, cuyo nombre todavía sirve para describir un ambicioso sin fe ni ley.  Y de ahí el crecimiento particular de la ciudad y las especificidades de cada barrio de París, definido por su función dentro de la capital y por las olas de poblaciones originarias de distintas partes del país y del mundo.

 

Por eso el verdadero París es en realidad un conjunto de barrios:  a partir de un pequeño núcleo fundado un siglo antes de Cristo por una tribú llamada los parisii en la île de la Cité – la isla en el medio del Sena donde se encuentra la Catedral de Notre-Dame de París –  la ciudad creció regularmente y de manera concéntrica,  incorporando cada vez localidades, antiguamente separadas de la ciudad, que conservaron todas sus particularidades y que a su vez acogieron una población o una actividad particular.  El plano de París es un enorme círculo irregular cortado en dos por el Sena.  En el centro, la parte más antigua, el río y las dos islas en donde todo empezó:  la Cité y Saint-Louis. Luego la ciudad creció en las dos orillas del Sena que divide París en dos universos mentales distintos: la Rive Droite, la orilla derecha, donde se concentraron las finanzas, los negocios de lujo y los barrios selectos y la Rive gauche, la orilla izquierda, donde, desde la fundación de la Universidad de la Sorbona (siglo doce), se encuentra la élite cultural.  Una división no sólo geográfica sino psicológica.

 

PEQUEÑA SOCIOLOGÍA DE PARÍS

 

Hay otras subdivisiones importantes de la capital:  París intramuros y París extramuros, términos latinos que se referían antaño al hecho de vivir dentro o fuera de las murallas que encerraban la ciudad.  Hoy en día, se utilizan en relación con la circunvalación que reemplazó las antiguas murallas y que rodea toda la ciudad, separándola de los barrios y las ciudades dormitorios de su perifería.  Luego, existen los arrondissements o distritos administrativos.  El verdadero parisino tiene el insígno y carísimo privilegio de vivir en una de las dos orillas del Sena del París intramuros y de residir en uno de sus 20 arrondissements, lo que a su vez implica un cierto estilo y hasta una cierta filosofía de la vida:  cada distrito es un pueblo, con sus barrios, su historia, su carácter y su alcaldía, la mairie.  El alcalde de los alcaldes es el alcalde de París, uno de los cargos más prestigiosos del país después del presidente de la República y del primer ministro.  Reside en el magnífico y céntrico Hôtel de Ville (literalmente “Hotel de la Ciudad”), ubicado en la Rue de Rivoli, en el cuarto distrito.  Jacques Chirac, el actual presidente francés, fue durante años alcalde de París.

 

Sólo 6 distritos hacen parte de la orilla izquierda:  el quinto, es el de la Universidad y de las librerías especializadas.  El sexto, es el de los escritores y de las editoriales.  Allí está la Académie Française, fundada en 1635, con sus eternos 40 escritores,  miembros vitalicios, que reciben el título de “Inmortales”, llevan un uniforme verde, una espada, y trabajan en un diccionario nunca acabado.  Marguerite Yourcenar fue la primera escritora elegida, después de tres siglos, ¡un récord!.  El séptimo distrito es el de la Torre Eiffel, del extraordinario Museo Rodin – un elegante palacete, con un delicioso jardín, y un restaurante con terraza muy concurrido en verano –, del magnífico Museo d’Orsay y de los militares (Campo de Marte e Inválidos).  El decimotercero, apodado Chinatown, es el de la comunidad china, y de la modernísima Biblioteca Nacional François-Mitterrand (un proyecto fetiche del ex-presidente).  El decimocuarto, Montparnasse, es el del movimiento cubista y de la Escuela de París (Modigliani, Léger, Soutine y Chagall, entre otros), de los teatros de la Rue de la Gaîté y del Cementerio, donde reposa parte de la élite intelectual francesa y extranjera.  Y el decimoquinto es la parte moderna y industrial de París:  la Torre Montparnasse y su observatorio que da a todo París, y los parques Georges Brassens (el cantante-poeta anarquista y libertino francés más famoso del siglo veinte) y André Citroën (el creador de la famosa marca de automóviles).

 

No por nada Yves Saint Laurent nombró Rive Gauche (“orilla izquierda”) uno de sus perfumes más conocidos, en referencia al tradicional espíritu estudiantil, intelectual y rebelde de esta parte de París. A pesar de ser ahora tan cara y tan burguesa como la derecha, la orilla izquierda atrae todavía muchos escritores, actores y directores de cine y de teatro.  Allí está el Barrio Latino (quinto distrito), con la Sorbona y la magnífica iglesia gótica de Saint-Séverin (siglo trece y quince) y,  en el sexto distrito, la iglesia de Saint-Germain-des-Prés, la más antigua de París (siglo doce), que dio su nombre a todo este barrio “existencialista” donde la Plaza Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir está rodeada por los cafés literarios más prestigiosos del mundo:  el Café de Flore (inaugurado en 1890, el café habitual de Sartre y Camus), la Brasserie Lipp, frecuentada por los políticos y cuyo mayordomo es recordado por su modo altamente personal de escoger a quienes podían entrar y, a dos pasos, el Café Procope, el más antiguo de París (1686), donde Diderot y d’Alembert solían encontrarse:  ¡allí nació, en el siglo dieciocho, la Enciclopedia¡

 

LA ORILLA DERECHA

 

La Rive Droite no es sólo el lugar de los bancos o de los joyeros de la Plaza Vendôme: con sus 14 distritos, es la parte más grande de París.  El primer distrito cuenta con el prestigioso Museo del Louvre.  De frente está Le Français o sea “la casa de Molière”, mejor dicho la Comédie Française, el gran teatro institucional de repertorio donde el gran dramaturgo francés del siglo diecisiete solía estrenar sus divertidas comedias. Detrás del teatro se encuentra el Palais Royal (siglo diecisiete).  Este armonioso conjunto arquitectónico albergó, entre otros, a los escritores Colette y Jean Cocteau.  Sus refinados jardines siguen siendo un lugar perfecto en pleno centro para descansar de la ciudad y leer tranquilamente debajo de sus alamedas rectilíneas o al lado de la gran fuente central.  Es también en el primer distrito que se encuentran Les Halles, un lugar muy popular donde cafés, restaurantes, y un enorme centro comercial replazaron, en 1969, el antiguo “vientre de París”, el gran mercado central descrito por Zola en la novela del mismo nombre.

 

El segundo distrito solía ser el de la prensa, pero hoy es más bien el del textil, sobretodo la parte llamada Le Sentier (“el sendero”).  El tercer distrito está lleno de aristocráticos hôtels particuliers, palacetes convertidos en museos (museo Picasso, museo Carnavalet de la historia de París) o centros culturales como el de Suiza.  Al lado está el cuarto distrito, el corazón histórico de París, en particular el barrio del Marais (“el pantano”), llamado asi por el antiguo terreno donde se fundó.  Le Marais se conservó gracias a la ley de 1969 sobre protección de patrimonio de André Malraux, el entonces ministro de la cultura.  Hoy, es uno de los barrios más caros de París y uno de los más agradables:  allí conviven la comunidad gay, alrededor de la calle Sainte-Croix-de-la-Bretonnerie, con sus tiendas y sus bares, y la comunidad judía, concentrada en la calle de los Rosiers, con sus escuelas talmúdicas y sus comercios especializados.  No lejos está la espléndida Place des Vosges, del siglo diecisiete, con la casa-museo de Victor Hugo.  Este distrito también incluye la isla de la Cité, con Notre-Dame de París, la muy esclusiva isla Saint-Louis y el barrio antiguo de Saint-Gervais (nombre de su iglesia gótica del siglo dieciseis).

 

El cuarto distrito tiene su parte moderna:  el Centro Pompidou, así nombrado por el presidente de la República que lo impulsó.  Comúnmente llamado Beaubourg (el nombre del barrio), el “radiador”, como se le llama con afecto, fue diseñado por el arquitecto italiano Renzo Piano y el americano Richard Rogers.  Es uno de los lugares de encuentro más populares de la capital, con su biblioteca, su mediateca, y su prestigiosa colección de arte contemporáneo.  A un lado se encuentra la exuberante fuente Jean Tinguely y Nikki de Saint-Phalle, con sus móviles coloridos, y al otro el fascinante museo-taller del gran escultor rumano Brancusi.  El octavo distrito es el de la Plaza de la Concorde y de los Champs-Elysées, la avenida más famosa del mundo, a pesar de haber perdido bastante de su lustre (¡sí, hay un MacDonald’s!) y de ser hoy en día un paseo para japoneses buscando la tienda Vuitton original...El noveno distrito es el más representativo del París del siglo diecinueve:  las Galerías Lafayette y Les Magasins Le Printemps, dos de los grandes almacenes emblemáticos de París, están situados en los amplios bulevares que creó el barón Haussmann para facilitar la circulación dentro de París y que dio su nombre a un estilo arquitectónico.  Al lado está la Ópera de París, u Ópera Garnier, el nombre del arquitecto que diseñó este espectacular teatro de oro y mármol.

 

FLUCTUAT NEC MERGITUR

 

“Azotado por las olas, pero ne se hunde” es el lema en latín del escudo de París con la representación de un barco.  Uno de los factores de la predominancia de París sobre las otras ciudades fue su comercio fluvial gracias al Sena, que servía de vía de comunicación para abastecer a la ciudad por los canales que la recorrían.  El Canal Saint-Martin le da un aire de Amsterdam nostálgica al décimo distrito de París:  sus nueve esclusas todavía funcionan y dejan pasar tanto las péniches o chalanas (largos barcos llanos que sirven para el transporte de material) como los barcos privados.  A lo largo del arbolado y romántico canal, uno de los lugares favoritos de los parisinos para su paseo dominical, se encuentran cafés con terrazas y bancos donde se abrazan los enamorados.

 

El canal Saint-Martin es todo un mito:  hasta los años 50, se le llamaba “el canal de los muertos” por ser uno de los lugares donde los escritores de novelas policíacas ubicaban los asesinatos.  Es también allí que se encuentra el famoso Hôtel du Nord (“Hotel del Norte”), lugar principal y título de una de las películas cultas del cine francés, dirigida en 1938 por Marcel Carné (autor del otro ineludible clásico francés Los niños del paraíso, de 1945) con diálogos del escritor Henri Jeanson.  Cuenta la vida de un grupo de personas que viven en un modesto hotel.  La escena entre la prostituta (la bella actriz Arletty, con su entrañable acento popular parisiense) enamorada de su chulo, que ella mantiene, y el chulo (el insuperable actor de teatro Louis Jouvet) que ya está cansado de ella, porque se ha enamorado por primera vez en su vida, pero de otra, es una de las más famosas de todo el cine francés:

 

Ella:    ¿No somos felices, tú y yo?

Él:      No.

Ella :   ¿Estás seguro?

Él:      Sí.

Ella:    ¿No te gusta nuestra vida?

Él:      ¿Y a tí, te gusta nuestra vida?

Ella:    Toca.  Me acostumbré. Pese a los golpes que me das, eres bastante guapo.  En el suelo, peleamos, pero en la cama hablamos y en la almohada nos entendemos.  ¿Entonces?

Él:      Entonces nada, estoy harto, ¿me captas?  Me ahogo, ¿me captas?

Ella:    Vámonos al extranjero.  A las colonias.

Él:      ¿Contigo?

Ella:    ¡ Claro !

Él :     Entonces será lo mismo por todas partes.  Necesito cambiar de atmósfera, y mi atmósfera eres tú.

Ella:    ¡Es la primera vez que me tratan de “atmósfera”!  ¡Si yo soy una “atmósfera” tú eres un tío raro!  Uy, estos tíos que dicen ser del hampa sin serlo, y que presumen porque un día han sido algo, ¡habría que liquidarlos! ¿Atmósfera ?, ¿Atmósfera ? ¿Tengo cara de atmósfera?

 

El canal Saint-Martin empieza desde la dársena de la Bastille, en el undécimo y duodécimo distrito en el centro de París, y desemboca en el Canal de l’Ourcq, en el decimonoveno distrito a los límites de la ciudad, cerca de la Cité des Sciences de la Villette, un museo y un parque temático y didáctico sobre las ciencias muy apreciado por los niños.  Existen cruceros que hacen todo el recorrido en tres horas.

 

PARÍS LA BURGUESA, PARÍS LA CAMPESINA Y PARÍS LA PÍCARA

 

En el decimosexto distrito, se habla el français du seizième (“francés del décimosexto”) o sea con un tono, un acento, una pronunciación y unas palabras pulidas que denotan un cierto tipo de educación (en colegios privados católicos y con uniformes, una excepción en este país republicano y laico) del que se burla con sorna el resto de los parisinos, tachando de elitistas, conservadores y conformistas los que hablan así.  Nos encontramos en el barrio residencial de la gran burguesía por excelencia, con su lujo sólido y discreto que se perpetúa de generación en generación, su manera de vestir entre azul marino y verde oscuro, sus calles elegantes, sus salones de té y sus pastelerías de buen gusto.  Menos mal, la casa-museo de Balzac (un lugar de peregrinaje para cualquier amante de París), el Trocadéro, con su punto de vista y su agradable fuente que da a la Tour Eiffel (de frente, al otro lado del Sena), y el Bois de Boulogne, un enorme parque con lagos y bosques para los joggings de los deportistas del domingo y los placeres variopintos de la noche (el bosque es un conocido lugar de prostitución nocturna) pimientan un poquito la quietud acomodada y somnífera de este distrito.

 

El decimoséptimo distrito, justo al lado, es parecido en su tranquilidad burguesa, pero uno de sus barrios, todavía llamado Le Village (el pueblo) des Batignolles, es una antigua localidad que sólo en 1860 fue oficialmente incluida en París y que guarda su aire de aldea campesina, con sus jardines y sus artesanos que todavía presentan sus creaciones en el mercado...Lo mismo le pasó al pueblo de Montmartre, en el decimoctavo distrito, también anexado en 1860, y que, hasta la mitad del siglo veinte, tenía huertos, viñedos, casas de campo y molinos.  Montmartre, hoy en día, es quizás el lugar más turístico de París, por estar en la parte más alta de la ciudad, y por tener la iglesia del Sacré-Coeur, con una vista espectacular a la ciudad, pero también por conservar una imagen (lástimosamente falsa) de lugar predilecto para los artistas, como la Place du Tertre, el sitio más visitado de toda la capital, con sus peintres du dimanche (“pintores del domingo”, o sea no profesionales) que exponen allí sus cuadros como lo hicieron en su tiempo Matisse, Braque, Picasso o Utrillo.

 

Sin embargo, Montmartre ha guardado un encanto muy especial:  sus famosas escaleras empinadas son un verdadero viacrucis, pero qué mejor recompensa que la de poder recorrer sus calles florecidas, con sus casas con colores, como la Maison Rose,  un agradable restaurante de campo, o el Moulin de la Galette, un genuino y antiguo molino de 1640, el último de todos los que tenía Montmartre.  El molino tuvo su hora de gloria, hace menos de un siglo, cuando fue convertido en un popular lugar de baile que Renoir retrató.  Hoy en día es una propiedad privada.  Nada que ver con el molino eléctrico del famoso Moulin-Rouge, en Pigalle, otro barrio del decimoctavo distrito, al pie de Montmartre.  Toulouse-Lautrec, un habitual de este cabaret y lugar de alterne, lo inmortalizó en sus cuadros más conocidos.  El Moulin-Rouge sigue presentando el cancán, pero para grupos de turistas y a precios exorbitantes, eso sí con champagne y muchas plumas.  Todo Pigalle podría ser calificado de “barrio chino”:  ¡muy tranquilo de día, muy luminoso de noche!  Desde el siglo diecinueve es un lugar de perdición donde los delincuentes y las mafias pelean por su porción de mercado, entre drogas y prostitución.  Sus cabarets, sus sitios de strip-tease, sus sex-shops y su curioso y interesante Museo del Erotismo permanecen abiertos hasta muy tarde.

 

PARÍS PASADO Y PARÍS FUTURO

 

Lejos de los placeres terrenales, el apacible Cementero del Père Lachaise, en el vigésimo distrito, es el lugar ideal para encontrar tranquilidad y contemplación.  Espacio público, el cementero más conocido de París es un agradable lugar de paseo, con sus avenidas arboladas y sus bancos para descansar.  A la entrada, se consigue un plano preciso de las tumbas, lo que permite a cada uno rendir homenaje y llevar flores a las grandes personalidades francesas, a Eloïsa y Abelardo, Sarah Bernhardt, Proust, Colette, Simone Signoret, Yves Montand, Gilbert Bécaud y también a los parisinos de adopción como Chopin, Isadora Duncan, Modigliani o María Callas.  Ciertas tumbas son objetos de culto y cubiertas de flores por los admiradores:  la de Oscar Wilde (un mausoleo con una enorme esfinge), la de Edith Piaf, la de Jim Morrisson, el cantante-poeta del grupo de los Doors, o la de Victor Noir, un joven periodista asesinado en el siglo diecinueve (muchas manos acarician la virilidad bastante marcada de su estátua yacente con la esperanza de recobrar un vigor perdido).  Sin olvidar la tumba casi sagrada de Allan Kardec, fundador del espiritismo, cuyos libros (best-sellers en Brasil) tuvieron curiosamente una influencia fundamental sobre los cultos afrocaribeños y afrobrasileños.

 

Este mismo vigésimo distrito de París es donde se encuentran los barrios modestos y populares de Belleville, Ménilmontant o Charonne, donde acudieron generaciones de campesinos y obreros franceses y donde se instaló cada oleada de inmigrantes (italianos, portugueses, españoles, armenianos, judíos, turcos, magrebíes, africanos, yugoslavos, asiáticos), buscando una vida mejor.  Lástimosamente,  todo el distrito, a pesar de conservar su aire simpático de ciudad obrera, con sus cafés sencillos y sus pequeñas tiendas familiares, es ahora también recuperado por la especulación y la fiebre inmobiliaria, la gran plaga de la ciudad, que caza toda la población modesta (incapaz de pagar los precios cada vez más elevados de la vivienda), hacia el exterior, hacia el París extramuros, las ciudades dormitorios de la perifería de la capital y la région parisienne, o sea todos los departamentos alrededor de la capital, reunidos bajo el nombre de île-de-France (“isla de Francia”).

 

Precisamente, es extramuros que se encuentra lo que se considera el vigésimoprimero distrito de París, el barrio de La Défense.  El “Manhattan de París” es la continuación en línea recta de la ciudad a partir de la Plaza de la Concorde, pasando por el Arco de Triunfo y los Campos Elíseos hasta el Gran Arco, un edificio (con salas de exposiciones) en forma de arco de triunfo estilizado y cuadrado de 110 metros de altura, todo de mármol y cristal, del arquitecto danés Otto von Spreckelsen.  Es la puerta de entrada a un París futurístico y espectacular de 40 hectáreas divididos en 11 barrios, empezando por el Centre National d’Information et de Technologie (CNIT),  cuya bóveda curvilínea de hormigón de 238 metros de altura fue diseñada por el ingeniero Jean Prouvé.  Las gigantescas estatuas metálicas de inspiración greco-romana del escultor neo-clásico Pitoraj encuentran allí su mejor marco para expresar la belleza y la fuerza de la creación y de la imaginación humana...y de París, capaz de adaptarse a los nuevos tiempos sin ceder a la estandardización mundial, con su singularidad, y sin perder sus exigencias estéticas y el encanto de su arte de vivir.

 

©Texto y fotos:  Sergio Belluz, 2015. (Revista Mapalé, Toronto: Editorial Mapalé, diciembre de 2004)

 

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22/05/2015
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